Con el corazón colmado luego del encuentro con Jesucristo Vivo, cerca de 1000 participantes asistieron a la exposición del Padre Osvaldo Napoli, Director de la Junta catequística Nacional, quien disertó sobre los distintos aspectos de la iniciación cristiana, instando a los catequistas a “presentar” a Jesús “desde las entrañas”, desde un corazón enamorado que quiere anunciar con palabras y con gestos que Jesús es el Señor. Por la tarde, luego de un momento artístico a cargo de los jóvenes de la Vicaría de Nta. Sra. de Caacupé, se realizaron diversos talleres: Biblia y Catequesis (a cargo de la Lic.Claudia Mendoza), Lectura orante de la Palabra (a cargo de la Lic. María Estela Guita), Catequesis escolar (a cargo de la Prof. Beatríz Carriego) y Catequesis especial (a cargo del equipo diocesano de catequesis especial). Una treintena de sacerdotes hizo su presencia a lo largo del encuentro, y nuestro Obispo estuvo presente y a disposición desde las 13 para distintas personas y grupos institucionales que desearan hablar con él, lo cual realizó hasta el momento del inicio de la procesión hacia la misa.
Como dicho, la festividad de los catequistas culminó con la procesión , prolongada a lo largo de cuadaras, con cantos y oración, hacia la parroquia de San Antonio de Padua, en el escenario transformado en presbiterio, junto a la plaza central, donde se celebró la Santa Misa presidida por Monseñor Oscar Sarlinga. El Obispo alentó a los catequistas a iniciar una y otra vez la misión evangelizadora recomenzando siempre desde Cristo, recordó el inicio del “estado de misión” en la diócesis con la primera misión en la ciudad de Campana (en Ariel del Plata) donde se había referido explícitamente a una homilía de S.S. Juan Pablo II en la que exhortaba a la Iglesia: “Recomienza desde Cristo”, en el año 2001, luego del Jubileo del Año 2000. Instó, "desde Cristo" a una auténtica renovación de nuestras comunidades parroquiales y a una fructífera renovación de nuestra sociedad, en la esperanza que no defrauda, aunque esto implique sacrificios y no pocas incomprensiones". Relacionó la virtud de la fortaleza, tan necesaria hoy para la misión de los catequistas, a los que agradeció profundamente su fidelidad, con la misma esperanza, y dijo que si perdemos esta última, "perdemos todo" porque "en esperanza somos salvados". La Santa Misa culminó con un gesto que resume lo vivido en la jornada en la que se hizo memoria del bautismo. Cada catequista tomó el pañuelo que había traído desde su comunidad, signo de la vida nueva de la gracia, y lo intercambió con otro, comprometiéndose así a hermanarse en la oración con todos.
Fue un día de celebración, de alegría, de comunión como Iglesia diocesana que vive cada segundo con ansias de conocer más a su Señor y así compartirlo con los hermanos, dispuesta a salir, como lo dice el Documento de Aparecida, del “gris pragmatismo de la vida cotidiana para recomenzar siempre de Cristo” (DA 12).
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