25.6.09

MENSAJE DEL OBISPO CON MOTIVO DEL INICIO DEL AÑO SACERDOTAL CONVOCADO POR EL SANTO PADRE

Image Ciudad de Campana
El viernes 19 de junio fue abierto solemnemente en la diócesis el Año Sacerdotal en la iglesia catedral de Santa Florentina por parte de nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga, quien pidió a los curas párrocos que lo hicieran en sus respectivas parroquias. La misa fue celebrada a las 19.
El Obispo destacó la convocación del Año Sacerdotal por parte de S.S. Benedicto XVI, el ejemplo del Santo Cura de Ars, así como se refirió a algunos puntos de la carta del Papa a los sacerdotes.
Entre otras cosas, señaló que este Año de gracia para los sacerdotes coincidirá hasta el 29 del corriente con el Año Paulino Jubilar, y que esto tiene mucho que ver con el centro irradiador del dinamismo evangelizador que se espera de todo sacerdote.
Al mismo tiempo hizo una referencia especial al sentido de la "fidelidad" en la Biblia y particularmente en los salmos, expresando que tiene una significación en común con "verdad", "lealtad" y "amor", siendo una cualidad de Dios mismo (por ello "fidelidad de Cristo") y una cualidad del fiel (por esto: "fidelidad a Cristo") haciendo así alusión al lema propuesto por el Santo Padre para este Año.
A continuación ofrecemos el mensaje del Obispo:





2009-2010

Queridos sacerdotes,
Queridos hermanos y hermanas todos de esta diócesis de Zárate-Campana. El lema señalado por el Papa para motivar a una vivencia profunda del sacerdote a lo largo de este tiempo es: “FIDELIDAD DE CRISTO, FIDELIDAD DEL SACERDOTE”. El día 19 de junio, celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Un servidor lo hará en la iglesia catedral de Santa Florentina, en Campana, junto con los sacerdotes de la misma catedral y del Obispado. Cada uno de los sacerdotes lo hará en sus respectivas parroquias, o en las iglesias adscriptas a sus respectivos movimientos o asociaciones de fieles. El Santo Cura de Ars, puesto como modelo de sacerdote por el Santo Padre, intercederá en todo momento por nosotros.

Para nuestra diócesis, a la que hemos consagrado solemnemente al Sagrado Corazón de Jesús el 9 de mayo próximo pasado, esta fiesta adquiere una relevancia especial, pues nos convoca como Iglesia particular, en unión con la Iglesia universal a vivir el infinito amor del Corazón del Hijo de Dios, que nos da a conocer plenamente al Padre, porque “Él (Jesucristo) con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa Resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino”(1). Es la ocasión propicia para pedir a Dios, con gran confianza, con amor filial: «SEÑOR SANTO Y FIEL, DANOS LA GRACIA DE LA FIDELIDAD», porque todo lo bueno y santo lo tenemos de su gracia y de nuestra aceptación, a la manera como San Pablo nos dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor. 15,10). Casi al término del Año Paulino Jubilar, con multitud de gracias recibidas, pedimos particularmente el don de vivir nuestro sacerdocio con alegría, renovada esperanza y espíritu evangelizador, siendo lo que somos, sacerdotes de Jesucristo.

Image
I
EL SACERDOTE VIVE DEL CORAZÓN DE CRISTO

El Corazón de Cristo es signo del gran amor que Dios tiene por todos nosotros. Es fuente de conversión. Recibir «juntos» ese don, requiere de conversión porque la unidad no se da sin conversión de los corazones. Rogamos que, contemplando el Rostro de Cristo, sea para nosotros fuente de conversión pastoral, porque “(…) el corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron”(2).

Sin Corazón de Cristo no hay dinamismo evangelizador. El dinamismo de la evangelización se alimenta de la acogida del Evangelio como Palabra que salva, de la Presencia vivificadora de Jesucristo, en el Espíritu, de la Presencia y acción de su Cuerpo, que es la Iglesia. Aunque sea algo que ya sabemos, dejemos entrar en el corazón nuestro, todavía más que en nuestra mente, lo que significa: «Eucaristía, Fuente y Culmen». En nuestro Plan Pastoral así lo hemos asumido: “De todo ello, la EUCARISTÍA es la plenitud. El mismo Señor dijo: "Yo soy el pan de la Vida" (Jn 6, 35). Y Eucaristía dice relación estrecha con caridad, vida cristiana efectivamente vivida, en lo personal y como Iglesia. Nuestro Papa Benedicto XVI, en «Sacramentum caritatis», hizo esa relación fundamental (…) con (…) Deus caritas est". Por esto, la «Sacramentum caritatis», iluminadora para nosotros y nuestro Plan pastoral, posee (…) una visión en la cual "la celebración eucarística aparece aquí con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial"”(3).

No ignoramos el obrar de males y obscuridades en nuestro derredor (los cuales, quizá, algunas veces hagan triste acto de presencia también dentro de nosotros). Pero Dios que se hizo Hombre ha vencido todo mal, no hay obstáculo que se contraponga a su gracia, si somos dóciles a Él, que es el Señor. El Santo Padre nos lo afirma también: “A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: "En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro”(4).

La esperanza y la confianza no defraudan. Lejos de una mirada rutinaria que puede nublar nuestros ojos, lejos también de cierta desconsideración, que puede obnubilar, será la virtud de la humildad la que nos ayudará a ensanchar el corazón y la mente y nos moverá a hacer un «espacio profundo» dentro de nosotros mismos, a los fines de «recibir en la escucha» lo que el Espíritu nos dice, a través de quienes hacen sus veces, en la convocación de este providencial Año Sacerdotal. El Señor es fiel; si somos dóciles a Él, nada nos quitará la fuerza para mirar con confianza la realidad de nuestro ministerio y la sed de Dios de nuestro pueblo. El sacerdote vive del Corazón de Cristo. Se trata de purificar nuestro espíritu, en absoluto desde el miedo, sino desde el «temor de Dios», que es Don del Espíritu Santo, y desde el Don de la «piedad» en su sentido más pleno.

Temor de Dios, y piedad, ¡tan relacionados con la virtud teologal de la esperanza!.

II
SACERDOTE DE CRISTO PARA LA EUCARISTÍA EN UNA NUEVA PRIMAVERA


El Año Sacerdotal está llamado entonces a contribuir a la intensificación de la verdadera identidad sacerdotal y de los medios que la alimentan. Como lo hemos dicho, en la verdad y desde la humildad: “Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Lc. 18, 14). El sacerdocio es un Don que hemos recibido, para darle gloria al Señor, por el bien de su Pueblo que es la Iglesia. San Pablo nos dice: “Qué tienes que no hayas recibido?” (2 Cor. 4,7).

En la solemnidad del Sagrado Corazón queremos renovar el carisma recibido, el Don que Jesús nos entregó en el momento de su muerte: su Cuerpo y su Sangre, don entregado como pan de vida bajado del cielo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” (Jn. 6, 51).

La Iglesia hace la Eucaristía. La Eucaristía hace la Iglesia. Renovar y dar nuevas fuerzas a nuestro sentido eclesial será también una gracia. Más que «autorreferencia» se trata de profundizar en identidad y misión. La Eucaristía es el sacramento de la comunión cristiana; es el sacramento de la comunión, que realiza la unidad de cada uno de nosotros con Jesucristo, y, por tanto, obra el misterio de unidad entre nosotros, como comunidad participante del único Pan: “Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan”, nos dice San Pablo (1 Cor. 10,17). Como diócesis, venimos trabajando el valor de la comunión y de la misionariedad como ejes de nuestro caminar como Iglesia. Precisamente, qué don precioso sería comprender también vivencialmente que la Eucaristía es el sacramento de la comunión y de la misión, una Eucaristía celebrada y vivida, una Eucaristía que hace que nuestra vida sea transformada, en la justicia, paz y gozo en el Espíritu.


Hay situaciones muy difíciles, es cierto. E incluso, a veces, casi abrumadoras. Veamos esperanza. Si lo pedimos con confianza, el Señor nos dará una nueva primavera de la misión sacerdotal, y una nueva primavera pastoral. Como el amor es difusivo de sí mismo, será éste un Año para redescubrir la belleza y la importancia del sacerdocio y de cada sacerdote, y para rezar y trabajar sin descanso por el aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales, como lo pide el Señor en el Evangelio: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt. 9, 37-38). Ya hemos visto un resurgir de las vocaciones sacerdotales.

El Papa Benedicto XVI ha querido “(…) invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente”(5).


III

TESTIMONIO EVANGÉLICO EN LA VIDA SACERDOTAL, UN SIGNO DE LOS TIEMPOS

En la actualidad, diría, cual signo de los tiempos, necesitamos que los sacerdotes, con su vida y obras, manifiesten ante el mundo un auténtico testimonio evangélico, como nos refiere el Papa, recordando las palabras de un predecesor suyo: “Pablo VI ha observado oportunamente: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio"”(6). El llamado lo recibieron los Doce de parte de Jesús para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), aprendieran de Él, bebieran de sus palabras y vieran sus obras y su testimonio. Fue después de ello cuando los mandó a predicar. La carta del Papa llama también a los sacerdotes en nuestros días a asimilar el "nuevo estilo de vida" que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo”(7). Es el centro irradiador del testimonio.

De dicho centro irradiador proviene la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea, en su misión en el culto divino, como evangelizador y dinamizador de la vida eclesial. Cual prolongación y «sacramento» de Jesucristo, el Buen Pastor, el sacerdote ha de vivir su misión desde su espiritualidad sacerdotal, basada ésta en la vida interior y del ejercicio de las virtudes sacerdotales, del sentir con la Iglesia y de la corresponsabilidad asumida en la caridad pastoral. Desde este centro de nuestra misión veremos con renovada luz el valor inmenso del celibato sacerdotal, como lo decimos también en nuestro Plan: “Reafirmamos en nuestro Proyecto pastoral nuestra convicción en el motivo central del celibato como la entrega a Cristo y con él a la Iglesia, y constituyendo al mismo tiempo una forma de caridad pastoral que se hace consagración total y testimonio escatológico ante los hombres, bases muy sólidas para vivirlo gozosamente en la plenitud, como valor positivo del amor” .

Fidelidad de Cristo. Fidelidad a Cristo. Fidelidad a la Iglesia. En la Biblia, fidelidad, amor y verdad se identifican.

Este Año sacerdotal es Año de bendición. Que sea verdaderamente nuestro asumido programa de vida. Con la ayuda de la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Y la intercesión piadosa del Santo Cura de Ars.


+Oscar D. Sarlinga


18 de junio de 2009

---
1.CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Dei Verbum, Nº 4.
2.CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Nº 1432.
3.OBISPADO DE ZÁRATE-CAMPANA, «Plan Pastoral diocesano», en www.obzaratecampana.com.ar
4.BENEDICTO XVI, Carta del Papa Benedicto los sacerdotes, en http://www.aica.org/index2.php?pag=2009aniosacerdotal). En adelante, «Carta del Papa…»
5.BENEDICTO XVI, «Carta del Papa».
6.BENEDICTO XVI, «Carta del Papa».
7.Cf BENEDICTO XVI, «Carta del Papa…»
8.OBISPADO DE ZÁRATE-CAMPANA, «Plan Pastoral Diocesano», en www.obzaratecampana.com.ar

18.6.09

CELEBRACIONES DEL CORPUS CHRISTI EN LA DIÓCESIS

Image La Fiesta del Corpus Christi fue celebrada en la diócesis en distintas parroquias, y de modo interparroquial en las ciudades de Campana, Zárate y Belén de Escobar.

En la ciudad de Campana, la celebración tuvo lugar el domingo 14, a las 10.30. Mons. Oscar D. Sarlinga estuvo presente, junto con el cura párroco de la Catedral, Pbro. Hugo Lovatto, el Rvdo P. Wilson Gomes párroco de la parroquia Ntra. Sra. del Carme, el P. Joaquin DJ, párroco de la parroquia Ntra. Sra. de Luján y de los Santos Apostoles Pedro y Pablo, y el Pbro. Nestor Villa y los vicarios de la catedral, los Pbros. Mauricio Aracena y Lucas Martínez.

Una gran cantidad de fieles laicos asistió a la celebración, en especial un grupo muy numeroso, entre ellos niños de la catequesis, venidos de la capilla San Martín de Porres. Luego de la Misa se realizo la procesión en las calles adyacentes al templo catedral de Santa Florentina.

Image En su homilía, Mons. Oscar Sarlinga dijo que si creemos, en el sentido más puro de la palabra, encontramos salvación, y el poder transformador de la fe, el poder de la Eucaristía será capaz de renovar verdaderamente el mundo y la Iglesia, a partir de la renovación de los corazones: el rencor, la acedia y el odio se desvanecerán, la violencia se transformará en energías de amor, y por lo tanto, la muerte en vida. La muerte ya ya sido vencida por la Resurrección gloriosa de Jesucristo –dijo-. Queda en nosotros los cristianos el recibir con fe y devoción los efectos inconmensurables de ese Amor; el odio, la envidia, la dispersión y el desinterés por el bien de los demás no pueden tener ya la última palabra. En cada acto del cristiano está presente la Resurrección. Este poder transformador, para retomar una expresión del Santo Padre Benedicto XVI, es como una «fisión nuclear llevada en lo más íntimo del ser», se trata de la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor sobre la muerte. Solamente esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los demás cambios, al lado de esa fisión, son superficiales y carecen en sí de poder salvador. Por esto estamos aquí, por eso hablamos de «redención» y no simplemente de «energías espirituales», puesto que hemos recibido en lo más íntimo de nuestro ser la fuerza Image transformadora de la Redención de Cristo y podemos entrar en este magnífico dinamismo en y desde la fe, en y desde la aceptación de la Cruz Pascual. Jesús puede distribuir su Cuerpo, porqué se entrega realmente a sí mismo. Esta primera transformación fundamental de la violencia en amor, de la muerte en vida lleva consigo las demás transformaciones. Pan y vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre. Llegados a este punto la transformación no puede detenerse, antes bien, es aquí donde debe comenzar plenamente. El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan para que a su vez nosotros mismos seamos transformados; este es el significado de la Fiesta del Corpus Christi. Nosotros mismos debemos llegar a ser Cuerpo de Cristo, sus consaguíneos. Todos comemos el único pan, y esto significa que entre nosotros llegamos a ser una sola cosa. La adoración, hemos dicho, llega a ser, de este modo, unión. Dios no solamente está frente a nosotros, como el Totalmente otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en Él. Su dinámica nos penetra y desde nosotros quiere propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que su amor sea realmente la medida dominante del mundo. Yo encuentro una alusión muy bella a este nuevo paso que la Última Cena nos indica con la diferente acepción de la palabra «adoración» en griego y en latín. La palabra griega es "proskynesis".

Image Significa el gesto de sumisión, el reconocimiento de Dios como nuestra verdadera medida, cuya norma aceptamos seguir. Significa que la libertad no quiere decir gozar de la vida, considerarse absolutamente autónomo, sino orientarse según la medida de la verdad y del bien, para llegar a ser, de esta manera, nosotros mismos, verdaderos y buenos. Este gesto es necesario, aun cuando nuestra ansia de libertad se resiste, en un primer momento, a esta perspectiva. Hacerla completamente nuestra será posible solamente en el segundo paso que nos presenta la Última Cena. La palabra latina adoración es ad-oratio, que etimológicamente significa contacto boca a boca, abrazo y, por tanto, en resumen, "amor" en el sentido más puro. La sumisión se hace unión, porque aquel al cual nos sometemos es Amor. Así la sumisión adquiere sentido, porque no nos impone cosas extrañas, sino que nos libera desde lo más íntimo de nuestro ser.

Image En la ciudad de Zárate el Corpus Christi tuvo mucha partipación de fieles y fue celebrado con dignidad y devoción, habiendo sido presididas las celebraciones por Mons. Ariel Pérez, cura párroco de Nuestra Señora del Carmen. En Belén de Escobar, como es tradicional, se realizó la procesión del Corpus alrededor de la plaza frente a la iglesia co-catedral y fue presidida por el Pbro. Atilio Rosatte, cura párroco de la parroquia de la Natividad.
Image

9.6.09

EFUSIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA DIÓCESIS DESDE LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS HASTA LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

En la solemnidad de Pentecostés la diócesis tuvo el gozo de la celebración del sacramento de la confirmación en la parroquia de Nuestra Señora de las Gracias (Pilar) y en la Comunidad del Cenáculo (Parque Sakura, partido de Exaltación de la Cruz). Ambas dos celebraciones, presididas por el Sr. Obispo, contaron con la presencia de gran cantidad de fieles, y en el caso de la parroquia de las Gracias, con la presencia y animación de su cura párroco, Pbro. Fernando Crevatin, y de los laicos y laicas que están preparándose para la conformación del consejo pastoral (con los cuales el Sr. Obispo mantuvo un diálogo muy animado al terminar la celebración, junto con el P. Crevatin). En el Cenáculo hubo fiesta (es como "la fiesta patronal" de la comunidad), con una serie de actividades durante el día, que culminaron con la misa presidida por Mons. Sarlinga, con participación de numerosos sacerdotes, de cerca de 400 fieles laicos, durante la cual se administró el sacramento de la confirmación.


Hubo celebración de confirmaciones asimismo en San Antonio de Areco el día Domingo 31 de Mayo por la tarde, presididas por Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general, y en Capilla del Señor una semana después, el Sábado 6 de Junio también por la tarde, presididas por Mons. Edgaro Galuppo, vicario general.
El sábado en las vísperas de la solemnidad de la Santísima Trinidad, el Sr. Obispo fue a la parroquia de la Beata Teresa de Calcutta, donde el cura párroco, Pbro. Eduardo Carrozo, las catequistas y laicos comprometidos habían preparado una estupenda ceremonia, en la cual fueron confirmados 30 jóvenes de la comunidad parroquial. La celebración estuvo precedida por un encuentro fraterno durante la tarde, fue festiva y manifestó el intenso trabajo pastoral de la comunidad parroquial, guiada por su pastor.

Han sido acontecimientos de gracia en nuestra diócesis. En Pentecostés viene el Espíritu Santo y nace la Iglesia. La Iglesia es la comunidad de los que han «nacido de lo alto», "de agua y Espíritu", como dice el evangelio de san Juan (cf. Jn 3, 3. 5). La comunidad cristiana no es, ante todo, el resultado de la libre decisión de los creyentes; en su origen está primariamente la iniciativa gratuita del amor de Dios, que otorga el don del Espíritu Santo. La adhesión de la fe a este don de amor es «respuesta» a la gracia, y la misma adhesión es suscitada por la gracia. Así pues, entre el Espíritu Santo y la Iglesia existe un vínculo profundo e insoluble. A este respecto, dice san Ireneo: «Donde está la Iglesia, ahí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu del Señor, ahí está la Iglesia y toda gracia» (Adv. haer., III, 24, 1). Se comprende, entonces, la atrevida expresión de san Agustín: «Poseemos el Espíritu Santo, si amamos a la Iglesia» (In Io., 32, 8).


El relato del acontecimiento de Pentecostés subraya que la Iglesia nace universal: éste es el sentido de la lista de los pueblos —partos, medos, elamitas... (cf. Hch 2, 9-11)— que escuchan el primer anuncio hecho por Pedro. El Espíritu Santo es donado a todos los hombres, de cualquier raza y nación, y realiza en ellos la nueva unidad del Cuerpo místico de Cristo. San Juan Crisóstomo pone de relieve la comunión llevada a cabo por el Espíritu Santo, con este ejemplo concreto: «Quien vive en Roma sabe que los habitantes de la India son sus miembros» (In Io., 65, 1: PG 59, 361).


Del hecho de que el Espíritu Santo es «la nueva alianza» deriva que la obra de la tercera Persona de la santísima Trinidad consiste en hacer presente al Señor resucitado y con él a Dios Padre. En efecto, el Espíritu realiza su acción salvífica haciendo inmediata la presencia de Dios. En esto consiste la alianza nueva y eterna: Dios ya se ha puesto al alcance de cada uno de nosotros. En cierto sentido, cada uno, «del más chico al más grande» (Jr 31, 34), goza del conocimiento directo del Señor, como leemos en la primera carta de san Juan: «en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas —y es verdadera y no mentirosa— según os enseñó, permaneced en él» (1 Jn 2, 27). Así se cumple la promesa que hizo Jesús a sus discípulos durante la última cena: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26).

3.6.09

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES - MENSAJE PASTORAL DEL SR. OBISPO


Con motivo de la próxima celebración de Pentecostés, el Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga visitará, por la mañana, la parroquia de Nuestra Señora de las Gracias, de la ciudad de Pilar, donde administrará confirmaciones y luego de la celebración se reunirá con el consejo pastoral parroquial y el cura párroco. Pbro. Fernando Crevatín.
Por la tarde, el Obispo concurrirá a las celebraciones en "Il Cenacolo", la comunidad de cura y rehabilitación de ex tóxicodependientes (Asociación Civil "San Lorenzo") ubicada en Parque Sakura, partido de Exaltación de la Cruz, donde celebrará la misa, a continuación de la cual se tendrá un encuentro fraterno con todos los familiares y benefactores de los jóvenes que allí se encuentran.
A modo de preparación espiritual para Pentecostés, el Obispo dirigió a los fieles un MENSAJE PASTORAL, que es el siguiente:





Nos hallamos muy próximos a la solemnidad de Pentecostés, la cual, como el pasado año nos refiriera nuestro Papa Benedicto XVI, rememora en su imagen la “(…) antigua fiesta judía en la que se recordaba la Alianza de Dios con su pueblo en el monte Sinaí (Cf. Éxodo 19)”(1) y que “(…) se convirtió también en fiesta cristiana precisamente por lo que sucedió en esa ocasión, 50 días después de la Pascua de Jesús”(2). Pentecostés constituyó aquel «bautismo en el Espíritu Santo», que había sido anunciado por Juan Bautista: «Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo... Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mateo 3, 11).


De tal manera, con el gran acontecimiento de Pentecostés, de inicio de la misión de la Iglesia en la unidad querida por Cristo, el Espíritu Santo irrumpe suavemente en la primera comunidad cristiana, con Pedro a la cabeza, y supera infinitamente la ruptura y dispersión iniciadas por Babel, causantes de la confusión de los corazones. Pentecostés se transforma, así, para la Iglesia ya fundada y naciente, en el signo de comunión y de Amor divino más fuerte que las divisiones provocadas por el pecado y todas las consecuencias del pecado, más fuerte que las estructuras de pecado o pecado estructural, que existe también en el mundo de hoy.


Pentecostés le da el Alma a la Iglesia, y la fuerza de su misión. Sin el efecto de un Pentecostés perdurable en la Iglesia, esta última no sería sino una organización meramente humana, una estructuración sin alma. Las celebraciones litúrgicas no serían sino «espectáculos de temática religiosa». Pero el Espíritu Santo es el Alma de la Iglesia, que le fue insuflada con el Viento y el Fuego en el Cenáculo, de tal modo que la misma Iglesia debe «convertirse» cada día, cada instante, en lo que ella misma ES, el Cuerpo de Cristo y el Pueblo de Dios que vive en la historia: la PRESENCIA AMOROSA de Jesucristo, Señor de la historia, que rompe las barreras y divisiones, abre las fronteras entre los pueblos y nos hace un solo Pueblo, para alabanza de su Gloria.


Leemos en los Hechos de los Apóstoles que luego del descenso con potencia del Espíritu como Viento y Fuego, los discípulos salieron a anunciar en muchas lenguas la buena noticia de la resurrección de Cristo (Cf. 2,1-4). Es decir, la Iglesia comenzó su misión y colaboración con el Espíritu, misión en la cual muestra 'la sacramentalidad' que le atribuye el Concilio Vaticano II (a la Iglesia) cuando enseña que ella “(…) es en Cristo como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión intima con Dios y de la unidad de todo el género humano”(3). Todos nuestros carismas, la misión que cada uno ha recibido en la Iglesia, el sentido de aquello para lo cual hemos sido llamados, bebe en las fuentes de esta 'sacramentalidad', la que da a la Iglesia Una Santa Católica y Apostólica el vigor y los carismas para operar visiblemente en toda la familia humana. Tengámoslo muy presente en este Año Paulino Jubilar, que ha traído tantas y tan abundantes gracias de comunión y misión, y que nos hallamos próximos a clausurar, como diócesis, el 27 de junio de este año, en comunión con la solemne clausura que hará el Santo Padre en Roma.


Pentecostés es para nosotros ocasión de renovar el carisma recibido, la Gracia de nuestro Bautismo y de nuestro Llamado, sea el que fuere, en el concierto del Don de la vocación cristiana. Y es un llamado renovado a evangelizar, con un solo corazón y una sola alma, deponiendo todo muro de división, dar testimonio viviente de la Resurrección gloriosa del Señor, que triunfó sobre el mal y pisó la cabeza de la antigua serpiente, transformando de tal modo la historia humana para siempre: «No es superfluo recordarlo: evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Verbo Encarnado, ha dado a todas las cosas el ser y ha llamado a los hombres a la vida eterna»(4)


La Virgen Madre, que con fe inquebrantable, mansedumbre y dulzura, esperó la venida del Espíritu en el Cenáculo, ayude a que nuestro corazón se abra a Aquél que es el Alma de la Iglesia, el Espíritu de Amor y de Consuelo.


+Oscar Sarlinga



27 de mayo de 2009




(1) BENEDICTO XI, Regina coeli, Ciudad del Vaticano, domingo, 11 mayo 2008
(2) Ibid.
(3) CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1.
(4)PABLO VI, Exh. Evangelii nuntiandi, 26.