27.8.10

SE LLEVÓ A CABO EL XI ENCUENTRO CATEQUÍSTICO DIOCESANO DE ZÁRATE-CAMPANA (EN PRESIDENTE DERQUI, PARTIDO DE PILAR)

El pasado sábado 21 de agosto, día del catequista en razón de la festividad del Papa San Pío X, los catequistas de la diócesis se congregaron en la ciudad de Presidente Derqui (partido de Pilar) para compartir el XI Encuentro Diocesano de Catequistas, con el lema: “Recomenzar desde Cristo”.

Al comenzar la mañana, laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y seminaristas fueron arribando desde distintos puntos de la diócesis, con un pañuelo al cuello que indicaba su lugar de procedencia. Su destino: el Club “Pte. Derqui”, sede del encuentro, en razón de ser el lugar cubierto más grande de la ciudad, donde fueron recibidos con calidez y alegría. Signos visibles y simbólicos de la presencia del Señor Resucitado señalaron el comienzo: el Cirio Pascual y la Palabra. A continuación se tuvo la adoración del Santísimo, iniciando de tal modo el encuentro catequístico con oración y adoración.

Con el corazón colmado luego del encuentro con Jesucristo Vivo, cerca de 1000 participantes asistieron a la exposición del Padre Osvaldo Napoli, Director de la Junta catequística Nacional, quien disertó sobre los distintos aspectos de la iniciación cristiana, instando a los catequistas a “presentar” a Jesús “desde las entrañas”, desde un corazón enamorado que quiere anunciar con palabras y con gestos que Jesús es el Señor. Por la tarde, luego de un momento artístico a cargo de los jóvenes de la Vicaría de Nta. Sra. de Caacupé, se realizaron diversos talleres: Biblia y Catequesis (a cargo de la Lic.Claudia Mendoza), Lectura orante de la Palabra (a cargo de la Lic. María Estela Guita), Catequesis escolar (a cargo de la Prof. Beatríz Carriego) y Catequesis especial (a cargo del equipo diocesano de catequesis especial). Una treintena de sacerdotes hizo su presencia a lo largo del encuentro, y nuestro Obispo estuvo presente y a disposición desde las 13 para distintas personas y grupos institucionales que desearan hablar con él, lo cual realizó hasta el momento del inicio de la procesión hacia la misa.

Como dicho, la festividad de los catequistas culminó con la procesión , prolongada a lo largo de cuadaras, con cantos y oración, hacia la parroquia de San Antonio de Padua, en el escenario transformado en presbiterio, junto a la plaza central, donde se celebró la Santa Misa presidida por Monseñor Oscar Sarlinga. El Obispo alentó a los catequistas a iniciar una y otra vez la misión evangelizadora recomenzando siempre desde Cristo, recordó el inicio del “estado de misión” en la diócesis con la primera misión en la ciudad de Campana (en Ariel del Plata) donde se había referido explícitamente a una homilía de S.S. Juan Pablo II en la que exhortaba a la Iglesia: “Recomienza desde Cristo”, en el año 2001, luego del Jubileo del Año 2000. Instó, "desde Cristo" a una auténtica renovación de nuestras comunidades parroquiales y a una fructífera renovación de nuestra sociedad, en la esperanza que no defrauda, aunque esto implique sacrificios y no pocas incomprensiones". Relacionó la virtud de la fortaleza, tan necesaria hoy para la misión de los catequistas, a los que agradeció profundamente su fidelidad, con la misma esperanza, y dijo que si perdemos esta última, "perdemos todo" porque "en esperanza somos salvados".

El encuentro contó con la presencia del Rector del ISCA, Pbro. José Luis Quijano, 26 catequistas de la diócesis recibieron su certificado del “Curso de Agentes Multiplicadores” expedido por este Instituto de formación superior dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina.

La Santa Misa culminó con un gesto que resume lo vivido en la jornada en la que se hizo memoria del bautismo. Cada catequista tomó el pañuelo que había traído desde su comunidad, signo de la vida nueva de la gracia, y lo intercambió con otro, comprometiéndose así a hermanarse en la oración con todos.

Fue un día de celebración, de alegría, de comunión como Iglesia diocesana que vive cada segundo con ansias de conocer más a su Señor y así compartirlo con los hermanos, dispuesta a salir, como lo dice el Documento de Aparecida, del “gris pragmatismo de la vida cotidiana para recomenzar siempre de Cristo” (DA 12).

Es de destacar que el Plan Pastoral de la diócesis de Zárate-Campana (en el capítulo V) y más específicamente en el punto 1 (La catequesis, ese momento tan señalado de la evangelización) señala que “Una referencia especial, aunque específica a algunos puntos sobre los que se han obtenido consensos profundos, y no a la catequesis en general, quiere efectuar este Plan Pastoral acerca de ese «momento tan señalado de la evangelización» (como lo llamó Juan Pablo II en Catechesi tradendae). Siguiendo las líneas de NAVEGA MAR ADENTRO, los consensos eclesiales profundizados y obtenidos y los aportes de los distintos organismos y decanatos, podemos afirmar:

La revisión y renovación de la catequesis inicial es una convicción general que surge tanto de la renovada eclesiología propuesta a partir del Concilio Vaticano II como de la necesidad de una consecuente pastoral orgánica, junto a la realidad social y cultural actual, profundamente desafiante. Precisamente, el CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA resalta este proceso en el cual, por medio de los sacramentos de la iniciación se incorpora al sujeto al misterio de Cristo:

Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda la vida cristiana. La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y así, por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad”.

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11.8.10

MONS. OSCAR SARLINGA ORDENÓ DOS DIÁCONOS EN LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE BELÉN DE ESCOBAR

Este sábado 7 de agosto, en la festividad de San Cayetano, fueron ordenados diáconos los acólitos Adrián Lázaro y Oscar Moretti, por imposición de manos y oración consecratoria del Obispo diocesano de Zárate-Campana, Mons. Oscar Sarlinga, en la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor, de Belén de Escobar. Más de cincuenta sacerdotes (57), 6 diáconos permanentes, 3 diáconos transeúntes, seminaristas, religiosos, religiosas, numerosísimos fieles laicos, entre los cuales sus familias, los acompañaron en la celebración, a la que asistió una feligresía proveniente de las distintas parroquias, entre los cuales muchos jóvenes. Antes de la celebración los sacerdotes fueron recibidos en el Colegio "Santa María" de la ciudad, a cargo de Mons. Marcelo Monteagudo. Con la feligresía de la diócesis representada en las distintas parroquias mencionadas, destacaban Zárate, Escobar, Baradero, Campana, Manuel Alberti (Pilar) y de la ciudad de Mercedes, todos lugares donde los actuales diáconos realizaron actividades apostólicas. Mons. Santiago Herrera, Rector del Seminario "San Pedro y San Pablo" (cuyos seminaristas, compañeros de los ordenados, asistieron a la ceremonia), tuvo a cargo la presentación, y se encontraban también el prefecto, Pbro. Nicolás Guidi, y los directores espirituales. Estaba presente parte del Seminario de Gualeguaychú, con el P. Joaquín González, y algunos seminaristas del Seminario de Mercedes, con el director espiritual, R.P. Thomas O'Donnell, SAC, y el párroco de la catedral de esa ciudad, Pbro. Abrey. Concelebraron entre los muy numerosos sacerdotes, además de los mencionados, Mons. Edgardo Galuppo, vicario general, el Pbro. Daniel Bevilacqua (cura párroco de la parroquia de la Natividad), Mons. Justo Rodríguez Gallego, Mons. Ariel Pérez, párroco de Ntra. Sra. del Carmen de Zárate y el Pbro. Atilio Rosatte, párroco de Santiago del Baradero (parroquia de origen de Adrián Lázaro). Al término de la celebración tuvo lugar un fraterno almuerzo comunitario, en el gran salón pastoral de la parroquia.

En su homilía, el Obispo manifestó cómo la ordenación diaconal llenaba a todos de alegría, en la celebración animada desde dentro por las lecturas de la Sagrada Escritura que los ordenandos habían elegido, pues constituye un gran consuelo el tener la certeza de que es el Señor quien es Nuestro Pastor (Cf Salmo 22, 1-6-) y es Él mismo quien, a través del ministerio episcopal, confiere el orden sagrado y envía (Cf Jer. 1,4.9), de modo que, como consta en el libro de los Hechos (Hch 6,1-7b) la Palabra de Dios se extienda cada vez más, y el número de los discípulos aumente, de modo que, “oyendo”, como Cristo, desde el Padre y junto a Él (Cf Jn 15, 9-17) sea dado a nosotros el conocer lo escuchado y el permanecer en el amor. «Permanecer, al mismo tiempo, en la amorosa espuesta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” eco de cuando Jesús preguntó a Pedro: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?», con la conciencia de estar unidos al Jesús, el Hijo del Hombre, que necesitó padecer, para que, en la historia de la salvación, quien entregue su vida por Él, la salve (Cf Lc 9,18-24).

Llamó a los nuevos diáconos un "signo reconfortante de la presencia viviente y dinámica de la Iglesia" y pidió una renovación en la Esperanza, con la renovación obrada por "la Ley nueva del Espíritu, el Evangelio, el mismo Jesucristo en su Iglesia", al mismo tiempo que se preguntó: "¿qué pueden hacer Vds. Adrián y Oscar, para hacer rejuvenecer a esta sociedad?. Mucho, muchísimo, si se dejan guiar, con docilidad, por el Espíritu de Dios, como nos lo enseña San Pablo (Cfr. Rom. 8, 14)". Prosiguió con los frutos del Espíritu según la carta a los Gálatas (5,22), y al referirse a la paz, dijo que "ella nos hace capaces de luchar por la justicia y resolver tantas cuestiones con generosidad, con el «genio propio» del amor, el cual ha de imbuir toda nuestra pastoral, abajando toda máscara, pues las máscaras traen inquietud y no paz. Tal como lo ha dicho la Carta pastoral para la misión continental, de la CEA: “La pastoral, entonces, parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones, para que los programas pastorales no terminen siendo “máscaras de comunión”. (…) Antes de la organización de tareas, importa el “como” las voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo. Así entonces las tareas son herramientas de un estilo comunional, cordial, discipular, que transmite lo fundamental: la bondad de Dios”. Exhortó a los diáconos a una rica e intensa vida espiritual y a conformar su vida "a imitación del Señor", el cual, "siendo rico, se hizo pobre para que nosotros fuésemos ricos por su pobreza (Cfr. 2 Cor. 2 Co 8,9)". "Es esa pobreza evangélica -dijo- que, en el sentido ignaciano, es el “tanto cuanto”, tanto cuanto necesito para cumplir mi misión, con la alegría del compartir, del dar creativamente, de crear condiciones en que todos vivan con la dignidad de hijos de Dios". Habló luego de la perenne necesidad de conversión, de la visión cristiana de la vida entera como una "peregrinación" y de la verdadera alegría, que es nuestra fuerza (tomado de Nehemías, 8, 10, de donde los diáconos tomaron su lema de ordenación), alegría que presupone una actitud de agradecimiento, de gratitud, pues, como Moisés exhortó a ser agradecidos a Dios, por todo el bien que hizo a su pueblo, "Así ustedes -les dijo- sean agradecidos, de modo que su alegría sea completa y sea la fuerza de ustedes (...) agradecidos con sus padres, con su familia, con sus superiores, con todos aquéllos que les han hecho el bien y los han encaminado en esta vocación y elección. Es cumplimiento del cuarto mandamiento y tiene mucho que ver con una virtud y con un don bastante dejado de lado hoy día, que es la piedad".

Sigue el texto completo de la homilía de Mons. Oscar Sarlinga:


ORDENACIÓN DIACONAL DE ADRIÁN LÁZARO Y OSCAR MORETTI

HOMILÍA DE MONS. OSCAR SARLINGA

IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

BELÉN DE ESCOBAR

7 de agosto de 2010

Queridos Adrián y Oscar, queridas familias. Nos llena de alegría el corazón esta ordenación diaconal, animada desde dentro por las lecturas de la Sagrada Escritura que Vds. han elegido, pues, sí, el Señor es Nuestro Pastor (Cf Salmo 22, 1-6-) y es Él mismo quien, a través del ministerio episcopal, confiere el orden sagrado y envía (Cf Jer. 1,4.9), de modo que, como consta en el libro de los Hechos (Hch 6,1-7b) la Palabra de Dios se extienda cada vez más, y el número de los discípulos aumente, de modo que, “oyendo”, como Cristo, desde el Padre y junto a Él (Cf Jn 15, 9-17) sea dado a nosotros el conocer lo escuchado y el permanecer en el amor. «Permanecer, al mismo tiempo, en la amorosa espuesta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” eco de cuando Jesús preguntó a Pedro: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?», con la conciencia de estar unidos al Jesús, el Hijo del Hombre, que necesitó padecer, para que, en la historia de la salvación, quien entregue su vida por Él, la salve (Cf Lc 9,18-24).

SIGNO RECONFORTANTE DE LA PRESENCIA VIVIENTE Y DINÁMICA DE LA IGLESIA

Queridos hermanos e hijos, que serán ordenados diáconos. Ustedes son hoy, para esta diócesis, signos reconfortantes de la presencia viviente y dinámica de la Iglesia, esta Iglesia del Señor, el cual renueva todas las cosas, haciendo germinar, produciendo brotes nuevos de vida y esperanza (Cf. Is. 43, 19).

¿Cómo ser renovados en la esperanza?. Es el Espirito Santo el que puede “renovar la faz de la tierra”(Salmo 104, 30), y todos sabemos cuánta necesidad de renovación tienen estos tiempos en que vivimos. Pero, ¿cuál renovación?. La que obra la Ley nueva del Espíritu, el Evangelio, el mismo Jesucristo en su Iglesia. Nos podríamos preguntar: ¿qué pueden hacer Vds. Adrián y Oscar, para hacer rejuvenecer a esta sociedad?. Mucho, muchísimo, si se dejan guiar, con docilidad, por el Espíritu de Dios, como nos lo enseña San Pablo (Cfr. Rom. 8, 14).

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU EN USTEDES

Consideremos lo que San Pablo nos dice sobre los frutos del Espíritu: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, generosidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gal. 5, 22). Seamos sinceros y veamos que donde está el Espíritu divino están sus dones; de lo contrario estará faltando. Ya de por sí sus dones nos proporcionarían un programa fecundo y constructivo en el plano de las relaciones humanas, pero son mucho más que eso, son sobrenaturales.

Ante todo el amor, la caridad, esa virtud divina que contiene en sí la suma entera de todo lo que compone la “novedad” cristiana, «la novedad que hace nuevas todas las cosas» pues si sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida es “porque amamos a los hermanos” (Cf I Jn. 3. 14)

Luego, el Espíritu crea alegría (Cf. Hech 13, 52) y la alegría es efusiva, difusiva en el testimonio, ese testimonio, queridos Adrián y Oscar que ustedes están llamados a ofrecer a los hermanos y hermanas de nuestro tiempo, a menudo afectados por el frío egoísmo, o el sinsentido de la vida, y haciéndolo siempre con el kerygma en sus labios, para ofrecerles el «hacer pie» en Cristo, más aún, “hacer raíz” en el Señor (Cf Fil 3, 1; 4, 4.10) en su alegría sin fin y su júbilo sin par (Cf Salmo 42, 4), el cual se hace, así, nuestro júbilo.

Y por último, la paz. Ella nos hace capaces de luchar por la justicia y resolver tantas cuestiones con generosidad, con el «genio propio» del amor, el cual ha de imbuir toda nuestra pastoral, abajando toda máscara, pues las máscaras traen inquietud y no paz. Tal como lo ha dicho la Carta pastoral para la misión continental, de la CEA: “La pastoral, entonces, parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones, para que los programas pastorales no terminen siendo “máscaras de comunión”. (…) Antes de la organización de tareas, importa el “como” las voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo. Así entonces las tareas son herramientas de un estilo comunional, cordial, discipular, que transmite lo fundamental: la bondad de Dios”[1].

La misión que reciben es para esta Iglesia particular, y al mismo tiempo es universal, ya desde ahora, para ustedes, que serán ordenados diáconos, en camino al sacerdocio ministerial, pues, si consideramos la misión universal de los presbíteros, que lo es “hasta los confines de la tierra” (Hech 1,8) –tal como ha sido reafirmado por el Concilio Vaticano II y por el Magisterio de los Pontífices-[2], también lo es la suya, la de ustedes. En el decreto sobre la actividad misionera, Ad gentes, los Padres Conciliares exhortaban a los presbíteros a ser “profundamente convencidos que su vida ha sido consagrada también al servicio de las misiones"[3], y los diáconos han de tener este sentido universal, más que como un mundano “ciudadano del mundo”, al estilo de la frase que se atribuye a León Tolstoi: "Pinta tu aldea y serás universal". Realizando aquí y ahora nuestra misión en el corazón de la Iglesia, nuestra misión deviene universal.

LA VIDA ESPIRITUAL DE USTEDES

Por esto, la misión sigue a una vida, y toda nuestra vida ha de ser imitación del Señor, el cual, siendo rico, se hizo pobre para que nosotros fuésemos ricos por su pobreza (Cfr. 2 Cor. 2 Co 8,9)), existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo (Cfr. Phil. Fil. 2,6-7)), fue enviado por el Padre «a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4,18), proclamó bienaventurados a los pobres de espíritu (Mt 5,3), puso la pobreza como condición indispensable para alcanzar la perfección (Cf Mc . 10, 17-31; Lc 18,18-27) y dio gracias al Padre porque se había complacido en revelar los misterios del Reino a los pequeños (Cfr. Mt. 11, 26). Es esa pobreza evangélica que, en el sentido ignaciano, es el “tanto cuanto”, tanto cuanto necesito para cumplir mi misión, con la alegría del compartir, del dar creativamente, de crear condiciones en que todos vivan con la dignidad de hijos de Dios.

Por eso, jóvenes diaconandos: ¡Seamos Sembradores!. Queramos serlo. El Señor nos ha llamado a sembrar semillas, somos colaboradores con Cristo, el que da el crecimiento; estamos llamados a predicar el evangelio a “toda criatura” seremos responsables de la palabra que hayamos sembrado, para la conversión (Cf Mc 16:15; Ez 33:8-9).

Evocamos hoy un pensamiento de Juan Pablo II, acerca de que la conversión a Dios, más que constituir sólo un acto puntual, es una disposición del alma, esto es «una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo»[4], en ese «iter» que es nuestra vida.

Nuestra vida es una peregrinación, a similitud de la peregrinación a la Tierra prometida del pueblo de Israel. Como las palabras de Moisés al pueblo de Israel, antes de entrar en la tierra prometida, recordándoles la diversas vicisitudes que habían encontrado en Egipto y en el Éxodo. Moisés el profeta les hace presente que en todas estas circunstancias habían recibido la ayuda del Señor. En particular, «gracias a la mediación de Moisés —comenta Benedicto XVI—, aprendieron a escuchar la voz de Dios, que los llamaba a convertirse en su pueblo santo»[5]. Moisés exhortó a ser agradecidos a Dios, por todo el bien que hizo a su pueblo. Así ustedes, también, sean agradecidos, de modo que su alegría sea completa y sea la fuerza de ustedes (Tal como el lema que han elegido, de Nehemías 8, 10: La alegría del Señor sea nuestra fuerza), agradecidos con sus padres, con su familia, con sus superiores, con todos aquéllos que les han hecho el bien y los han encaminado en esta vocación y elección. Es cumplimiento del cuarto mandamiento y tiene mucho que ver con una virtud y con un don bastante dejado de lado hoy día, que es la piedad.

La Virgen Madre, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, proteja la consagración de Vds y les dé fuerza y luz, así como la intercesión de San Cayetano, cuya conmemoración hoy celebramos. La alegría del Señor sea siempre nuestra fuerza.

[1] CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Carta pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental aprobada por la 153ª Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina (20 de agosto de 2009) “MISIÓN CONTINENTAL”, n. 17.

[2] Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal, Presbyterorum Ordinis, 10: AAS 58 (1966) 1007; JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 7 dicembre 1990, 67-68: AAS 83 (1991) 315-326.

[3] Id. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, 39: AAS 58 (1966) 986-987.

[4] JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, n. 13.

[5] BENEDICTO XVI, Discurso en el Ángelus del primer domingo de Cuaresma, 5-III-2006.

5.8.10

CONFIRMACIONES EN LA DIÓCESIS: INSTITUTO DEL VERBO DIVINO (PILAR)

Las últimas confirmaciones del mes de julio (el Sábado 10) en la diócesis fueron las del Instituto del "Verbo Divino" en la ciudad de Pilar (jurisdicción de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar). Acudió a administrar el sacramento de la confirmación nuestro Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga, habiendo confirmado a 96 jóvenes. Debido a la gran cantidad de participantes del sagrado rito (más de 1.000 personas, entre catequistas, padres y madres de familia, familiares, amigos, religiosos, religiosas) la ceremonia se realizó en al amplio gimnasio del instituto educativo, que estuvo especialmente acondicionado a tales efectos, con símbolos del Espíritu Santo y de sus siete dones sagrados, a la vez que con una importante tarima que hacía las veces de "presbiterio". El P. Jesús, svd (joven sacerdote de la India) encargado de la pastoral del colegio, presentó los confirmandos al Obispo. Concelebró en la Eucaristía el P. Tadeo (sacerdote polaco, vice-provincial del Instituto religioso del Verbo divino). Al término de la celebración, el Obispo permaneció largo rato para los saludos de la comunidad católica presente y las fotografías con cada uno de los cursos a los que pertenecen los confirmados. Al término de la ceremonia, junto con el P. Jesús y el P. Tadeo, Mons. Sarlinga visitó la comunidad de religiosos (que son cinco, en total, incluyendo a un joven sacerdote llegado recientemente de la isla de Flores, en Indonesia)
A los fines de mejor conocer el instituto y el colegio "Verbo Divino" de Pilar, ofrecemos la siguiente reseña.


Breve reseña histórica del Instituto Verbo Divino


En los comienzos cuando la Congregación del Verbo Divino busca un terreno para construir su seminario menor, la elección recae en una propiedad perteneciente a la Sucesión Vergani a tan solo dos kilómetros del centro de la Población de Pilar. El 28 de Febrero de 1943 se decide la compra.

El 7 de Enero de 1945, el Padre Provincial José Rieger bendijo la piedra fundamental del actual Colegio, y se inicia la construcción. El responsable, inmediato por parte de la Congregación era el Hermano Mainrado, dirigía la obra el constructor Sr. Carlos Fogeler radicado en Rafael Calzada. El Sr. Antonio Carniato, italiano de origen, se encargó de fabricar los ladrillos para la construcción. Los hornos de ladrillos se hicieron sobre el propio terreno adquirido, para la obra. Fue necesario fabricar 1.560.000 ladrillos (a $24 el mil según archivos). Para el ala central fueron necesarios 22.000 tejas. La obra se finalizó hacia 1947.


En la construcción han colaborado en los trabajos de acuerdo a su profesión, Hermanos religiosos de la Congregación que eran: carpinteros, herreros, electricistas. Otro aporte significativo fue el de los estudiantes al sacerdocio. Todos ellos estudiantes de Filosofía y Teología, que en sus vacaciones de verano e invierno venían a Pilar a trabajar en la obra.

Todas las aberturas fueron hechas en el taller de carpintería de Calzada
A todos ellos nuestra eterna gratitud por permitirnos disfrutar de tan hermosa obra.


En febrero de 1946 se designó el Primer Rector de la nueva casa: el P. BERNARDO MULLER, ex-maestro de novicios y ex-rector de Calzada. El primer grupo de 19 estudiantes con el Padre Juan Hardebusch y el P. Atilio Wagner llegan a Pilar el 14–09–1946 (Festividad de Exaltación de la Santa Cruz).

Las labores de campo fueron realizadas durante largos años (1949 – 1961) por el Hno. NICOLÁS SCHERER, hombre que había trabajado en la misión verbita entre los indígenas del Monday, Paraguay. La primera línea de colectivos pasó frente al Colegio en el año 1950. En 1952, el número de alumnos se incrementaba rápidamente. Fueron asignados dos estudiantes que acababan de cursar Filosofía y comenzaban teología: los Fratres FELIPE WEINGARTT y VALERICO IMSANT.

En 1954 se adquiere otra propiedad, delimitada por las calles México y Bernardo Houssey. La posesión total ascendió a 27 hectáreas con 2293 m². En 1952, los Fratres dejaron como legado, una hermosa pileta de natación de 9 õ 25 metros. En 1958 se produjo una importante modificación en orden a los estudios de los estudiantes que por entonces eran todos seminaristas. Por gestión del Padre Mariano Markiewicz, el establecimiento fue incorporado a la enseñanza Oficial.

En aquellos años, la mencionada incorporación a la enseñanza oficial se efectivizaba mediante la adscripción a un determinado Colegio Estatal de las cercanías. Pilar carecía de tal Instituto a nivel secundario y el más cercano era el Colegio Nacional de San Miguel a unos 25 km., camino a Buenos Aires. A dicho establecimiento fue adscripto el Colegio Apostólico. A dicho Instituto ya acudían los alumnos para rendir exámenes como alumnos libres, para regularizar y dar validez oficial a los estudios cursados. En el mismo año, 1958, se dio cabida en el Colegio a la primera maestra para 4to y 5to grado, la Sra. Rosa Moscato de Casaux.

En la década del 60, comienzan a mermar los alumnos. Se permite el acceso a los cursos inferiores y después a los del secundario, de alumnos externos, en forma restringida y muy controlada.

En 1964 en el Colegio Nuestra Señora del Pilar egresaban sus primeros Bachilleres. Después de 1965 hubo una apertura significativa, habida cuenta que la línea de formación en el Colegio “Nuestra Señora del Pilar” siempre había respondido a pautas muy rígidas. En el año 1969 se cambia el nombre en lugar de Colegio Apostólico “Nuestra Señora del Pilar” se pasa a llamar “Instituto Verbo Divino”.

En esta tarea de crecimiento, se va incrementado la matrícula y la apertura de grados, hasta cubrir todos desde 1º a 7º grado.

Las mujeres que concurrían al nivel secundario, llevaban como uniforme pollera tableada azul, camisa blanca con puntillas, moño azul con lunares blancos, medias blancas, zapatos negros, pullover azul, bleizer azul y distintivo rojo. En el año 1993, comenzó a ser mixto en primaria también. En ese entonces el uniforme de las nenas era jumper tableado azul marino, camisa blanca, moño azul con lunares blancos, medias blancas y zapatos negros.

El día 7 de Marzo de 1994 se da apertura al Nivel Inicial. también bajo la Dirección de las Srtas. Mirta Varrella Y Silvia Temporetti. El delantal era azul marino, con moño y bolsillo azul con lunares blancos.

En 1999 cambió todo el uniforme. Se comenzó a usar la pollera tableada escocesa en tonos azules y celestes, camisa blanca, corbata de la misma tela que la pollera, pullover azul con vivos celestes, medias azules y zapatos negros, campera azul con interior en escocés. Se construyó el gimnasio y se asfaltó la entrada.


Todas las aulas, y en marcha del proyecto por los 60 años del IVD, reciben los nombres de sacerdotes que pasaron por esta Institución. A saber: PADRE RICARDO HAC – PADRE BERNARDO MÜLLER – PADRE VALERICO IMPSANT – HNO. MEINRADO NUAGG – PADRE MARIANO MARCKWICH – PADRE JERÓNIMO GALLINGUER – PADRE JAUN JOSÉ AMARILLA – PADRE ADAN REFKOSKI – PADRE LEÓN PLATZ.



En la actualidad el Instituto Verbo Divino cuenta con un total de 1393 alumnos distribuidos en los niveles:
Nivel Inicial: salas de 3, 4 y 5 años: 258 alumnos
E.P.B. con 18 secciones: 581


E.S.B. con 8 secciones: 259
Polimodal con dos modalidades: 295
Ciencias Naturales.
Humanidades y Ciencias Sociales.